Para responder a una petición: Sobre la 'autoritas' y la 'potestas'

Me lo ha demandado un comentarista, y no puedo por menos que re-publicar el artículo. Espero que le guste:


Sobre la ‘autoritas’ y la ‘potestas’

Los romanos hacían una distinción entre ‘autoritas’ y la ‘potestas’, alabando la primera por encima de la segunda. Para todos aquellos que, bien por ser padres o bien por labor profesional, social o política, debemos ejercer el mando sobre otros, nos interesa ver esta distinción, recuperar el valor de ambos términos.

miércoles, 14 de junio de 2006
Miguel Angel Almela Martínez

La autoritas se conquista mediante la adhesión, la persuasión y la convicción del buen ejemplo de alguien sobre otro. De esta forma, las indicaciones de la persona revestida de autoritas no son imposiciones sino más bien acogidas de buen grado, ya que el que tiene la autoridad va por delante en aquello que indica. Se basa fundamentalmente en el ejemplo y es imprescindible para lograr de aquellos sobre los que se ejerce la verdadera obediencia: aquella que se sustenta sobre la aceptación de la superioridad moral del que ordena y que permite que el que obedece haga suyo lo mandado. Labor nada fácil, ya que requiere en el ‘mandante’ una lucha constante por adecuar su conducta a aquello que desea los otros hagan. La autoritas se basa en la capacidad de uno de convencer y persuadir al otro.

La potestas, en cambio, está relacionada con la fuerza y la imposición coercitiva. Es necesario el poder ejercer dicha fuerza para imponer algo, el tener la ‘potestad’ de imponerse sobre una persona en función de la fuerza, amenaza o coacción.

En nuestra vida podemos observar como es mucho más fácil seguir a alguien ‘revestido de autoridad’, mientras que sólo seguiremos a quien carece de ella en función de su capacidad para ejercer la ‘potestad’ que sobre nosotros tenga.

Cuando hablamos de alguien que debe ejercer el mando sobre otros, la conjunción de ambas es totalmente necesaria. Quizá la segunda, la potestas, nos pueda ser dada, pero la primera debemos haberla ganado en ‘el campo de batalla’. Se equivocan aquellos que basan su mando en tener la potestad para hacerse respetar simplemente porque el uso continuado de la fuerza puede llevarles a ser ‘obedecidos’. Falsa arrogancia es esa. Durará su mando lo que dure el embeleso de su fuerza, pero al menor síntoma de debilidad serán derrocados. Contrariamente a lo que Maquiavelo pensaba, quien sostenía que el ‘príncipe debe imponerse por la fuerza de la espada’, debemos afirmar que ‘quien a hierro mata, a hierro muere’.

La historia nos deja casos donde poderosos han caído pese a haber tenido todo el poder en sus manos, pero al haberlo ejercido tiránicamente, son derrocados en cuanto se ve que su yugo es, literalmente, de papel. En cambio vemos otros, verdaderos líderes, que sin tener poder que ejercer, sin más equipaje que ellos mismos, consiguen de los demás el reconocimiento como guías.

Para los padres, maestros, directivos, y un largo etcétera debiera ser objetivo el lograr esa autoritas y no tener que hacer uso nunca de la potestas. Lograr que los que deben obedecer lo hagan, más por quien lo manda que por el temor al castigo. La obediencia por miedo no es eficaz a largo plazo. Otra cuestión es que lograr investirse de esa autoritas es mucho más complicado que lograr conquistar la potestas. Ahora, nadie ha dicho que la tarea de educar, o gobernar, sea fácil o cómoda.

Miguel Angel Almela Martínez es periodista. Ha desarrollado proyectos de
puesta en marcha de Sistemas Editoriales, ha sido responsable de comunicación de
varias empresas y subdirector de la revista "A todo motor". Es padre de familia
numerosa. Lo encontramos también en su blog Cambiemos el mundo
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